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Por Laurie McGinley 15 de junio de 2017
Flanqueada por sus padres y su hermana, la joven de 23 años sintió algo mojado en el hombro. Al levantar la vista vio a su padre llorando.
"Me sentí muerta por dentro, completamente desmoralizada, lista para terminar", recuerda Joho.
Pero su hermana Jess, no podía aceptarlo. Cuando la familia regresó a casa, ella abrió su laptop y comenzó a buscar frenéticamente ensayos clínicos y tratamientos experimentales, usando palabras médicas que había escuchado pero que no entendía del todo. Una hora más tarde, entró en la habitación de su hermana y le mostró lo que había encontrado. "No voy a dejar que te rindas", le dijo a Stefanie. "Este no es el fin."
La búsqueda condujo a un contacto en la Universidad Johns Hopkins, y unos días más tarde, Joho recibió una llamada de un genetista del cáncer que co-dirigía un estudio allí. ¡Ven tan rápido como puedas! Le dijeron. "Estamos teniendo un gran éxito con pacientes como tú".
Lo que siguió fue un ejemplo esclarecedor de cómo el encuentro entre una paciente e investigación experimental puede ayudar a abrir una frontera nueva en el tratamiento del cáncer: su caso dio lugar a la aprobación de un fármaco que, por primera vez, tiene como blanco una característica genética del tumor en vez del lugar del cuerpo donde está localizada la enfermedad.
El descubrimiento, anunciado la semana pasada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), podría beneficiar de inmediato a algunos pacientes con ciertos tipos de cáncer avanzado que no responden a la quimioterapia.
"Se trata de personas que enfrentan penas de muerte", dijo el genetista de Hopkins Bert Vogelstein.
"Este tratamiento podría mantener a algunos de ellos en remisión durante mucho tiempo".
El pequeño ensayo clínico en Baltimore fue fundamental, y no sólo para la joven profesional de marketing. Se demostró que la inmunoterapia podría atacar el colon y otros tipos de cáncer que se creían eran imparables.
Los médicos hallaron que la clave era el defecto genético de sus tumores, conocido como deficiencia de reparación por falta de concordancia (MMR por sus siglas en inglés): algo así como un ADN sin corrector ortográfico. Cuando el ADN se copia, la anomalía impide que los errores se corrijan. En las células cancerosas, eso significa un número enorme de mutaciones que son buenos objetivos para la inmunoterapia.
El enfoque de tratamiento, sin embargo, no es una panacea. El defecto en cuestión – que puede surgir espontáneamente o ser heredado – se encuentra en sólo el 4 por ciento de todos los cánceres. Pero si uno observa con atención algunos tipos específicos, el escenario cambia dramáticamente.
El problema se produce en hasta el 20 por ciento de los cánceres de colon y alrededor del 40 por ciento de las neoplasias malignas del endometrio, es decir el cáncer en el revestimiento del útero.
En los Estados Unidos, los investigadores estiman que inicialmente alrededor de 15.000 personas portadoras de este defecto podrían ser beneficiadas con inmunoterapia.
Y probablemente el número aumente bruscamente a medida que los médicos empiecen a usarlo más temprano en los pacientes propensos a tenerlo.
Cuando Stefanie Joho llegó al Hopkins, el ensayo clínico llevaba ya un año. Aunque un estudio anterior había demostrado la eficacia de un fármaco de inmunoterapia similar en una proporción significativa de pacientes con melanoma avanzado o cáncer de pulmón o riñón, los inhibidores de chequeo no mostraban mucho progreso con el cáncer de colon. Sólo un paciente entre 20 había respondido en un par de pruebas.
¿Por qué algunos tumores se encogían y otros no? ¿Qué tenía de diferente el único paciente con cáncer de colon que se benefició? Drew Pardoll, directora del Instituto Bloomberg-Kimmel para la Inmunoterapia del Cáncer de Hopkins, y la investigadora titular Suzanne Topalian, dieron el inusual paso de consultar con los genetistas del hospital.
"Fue la primera cita de lo que se convertiría en el matrimonio de la genética del cáncer y la inmunología del cáncer", dijo Pardoll.
Los genetistas se apresuraron en ofrecer sus teorías, sugiriendo que los pacientes con melanoma y cáncer de pulmón respondían mejor porque esos cánceres tienen muchas mutaciones, una consecuencia de la exposición a la luz solar y al humo del cigarrillo.
Las mutaciones producen proteínas que el sistema inmune reconoce como extranjeras y susceptibles al ataque y el fármaco estimula la respuesta del sistema.
Los investigadores del Hopkins hallaron que los tumores con el defecto tenían, en promedio, 1.700 mutaciones, en comparación con sólo 70 en los tumores sin el problema.
Eso confirmó la teoría de que un alto número de mutaciones hace que sea más probable que el sistema inmunológico reconozca y ataque el cáncer siempre y cuando reciba la ayuda de la inmunoterapia.
Los estudios sustentaron la decisión de la FDA de aprobar Keytruda para el tratamiento de cánceres como el de Joho, es decir malignidades con ciertas características moleculares. La aprobación indica el surgimiento de una "inmunoterapia de precisión", dijo Pardoll, una que usa detalles genéticos para anticipar quién responderá a los tratamientos.
Para Joho, hoy de 27 años, la dura lección de los últimos años es clara: el campo del cáncer está cambiando tan rápidamente que los pacientes no pueden confiar en sus médicos para encontrar los mejores tratamientos.
"Los oncólogos apenas pueden mantenerse al día", dijo. "Mi hermana encontró un ensayo clínico para el que yo era una candidata perfecta, y mis médicos ni siquiera sabían que existía".
Fuente: http://www.infobae.com/america/wapo/2017/06/15/terapia-experimental-apalancada-en-la-genetica-podria-revolucionar-tratamiento-del-cancer/
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