lunes, 1 de febrero de 2016

Y usted, ¿de qué se ríe?

¿Por qué nos hace tanta gracia que alguien se caiga?

Desde Platón a Groucho Marx: muchos han intentado explorar el origen de la risa. Sigue siendo un enigma

Psicólogos, filósofos, cómicos y también neurólogos han tratado de averiguar qué es lo que le hace reír al mundo. Y aunque todos coinciden en que, junto al amor, es uno de los grandes misterios sin resolver, en el camino han ido dejando interesantes conclusiones acerca de esta capacidad genuinamente humana.

Por ejemplo: la próxima vez que alguien le pregunte ¿dónde está su sentido del humor? Usted puede contestar con total seguridad: en la unión mesencéfalo pontina. “Es un área con un centro coordinador de los núcleos que conectan los músculos implicados en la risa”, explica Manuel Arias, neurólogo y coordinador del Grupo de Humanidades de la Sociedad Española de Neurología (SEN) en su artículo Neurología de la risa y del humor: risa y llanto patológicos, (revista Neurología). Aclara que el humor es un fenómeno en el que entran en juego las emociones, la voluntad y la capacidad de sorpresa ante las incongruencias: “La risa aparece cuando en lugar de la racionalidad cognitiva que nuestro cerebro espera, lo percibido es una incongruencia. Entonces se origina una controversia que, al ser detectada por el cerebro, este se autorrecompensa liberando dopamina”.

¿Nos reímos de lo mismo?

 Aunque este proceso es el mismo en todas las personas, los motivos que lo ponen en marcha no son idénticos. ¿O tal vez sí? Para el psicólogo Eduardo Jáuregui, cofundador de la consultora Humor Positivo y autor de El sentido del humor: Manual de Instrucciones (RBA Libros), “cada persona tiene su propio sentido del humor. Depende de la cultura en la que crecemos, la familia, amistades y de la propia biografía y personalidad”. Incluso, puede intervenir la capacidad intelectual, según Arias.

Y todos sabemos que lo que hace gracia en un país, en otro no tiene ni pizca. El profesor Gert Jan Hofstede, coautor del libro Software of the mind, ha dedicado muchos años a estudiar cómo cambia el sentido del humor cuando cruzamos la frontera. Hofstede habla de la idiosincrasia de las diferentes nacionalidades. Así, los británicos se ríen con la ironía y el juego intelectual, los americanos frivolizan con chistes para superar las adversidades, los chinos y japoneses tienen una gran capacidad para reírse de sí mismos (recuerde el programa Humor amarillo) y a los españoles nos divierten los chistes verdes, los políticos y el humor negro.

Por encima de estas diferencias, Arias cree que hay hechos capaces de arrancar una carcajada a la mayoría de las personas. Esta universalidad del humor es compartida por Carlos Ramos, cómico y profesor de improvisación y monólogos: “No creo que haya diferentes sentidos del humor, solo existen culturas distintas. La esencia del chiste es la misma en cualquier lugar”. Y asegura que, aunque no existe el chiste universal, “ver tropezar a un poderoso es lo que más risas provoca en los demás siempre que no haya que lamentar daños”. Cuando el protagonista cae al suelo “suele hacerse más daño en su ego que en las rodillas”, porque sabe que él también se hubiese reído de ser espectador. Hay otras situaciones más delicadas donde “reírse no es lo más adecuado”, sostiene el psicólogo Jáuregui. Ramos lo tiene claro: “Si un comentario resulta doloroso para el que lo escucha, ya se ha cruzado la línea”.

Pero, si existe un ámbito en el que el sentido del humor es imprescindible, es en la pareja. Así lo ve Jáuregui, autor de Amor y Humor (RBA Integra), quien considera que “si una pareja se ríe de las mismas cosas es que ve el mundo del mismo modo y eso es clave para su éxito”.

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